“INTERVENCIÓN DE LA MUJER EN LA INDEPENDENCIA DEL MÉXICO NUESTRO”.
Don Miguel Hidalgo y Costilla, en la iglesia de Dolores, de la que era párroco, la madrugada del 16 de septiembre de 1810, al grito de "¡Muerte a los gachupines! ¡Muerte al mal gobierno! ¡Viva Fernando VII!", con un repelón de campesinos, abrieron la cárcel, liberando a los presos, y con las pocas armas que encontraron en la armería local, y con lo que podían, se dirigieron a Atotonilco el Grande. De esa iglesia tomó un estandarte de la Virgen de Guadalupe y volvió a sermonear a sus hombres diciendo: "¡Viva la Virgen de Guadalupe! ¡Mueran los gachupines!"
Allí se encontró con Abasolo y Allende, De aquí en adelante, la guerra de independencia tomaría su curso, regada con sangre tanto de hombres como de mujeres que ofrecieron su vida por lograr la libertad.
Este 16 de septiembre de 2010, se cumplieron 200 años del inicio de la Independencia de nuestro México, en la que muchas mujeres expusieron su vida ofrendándola por la libertad.
Demostrando muchas veces una férrea voluntad y un espíritu patriótico para liberar a su país del yugo español, los ejemplos más conocidos son los de Doña Josefa Ortiz de Domínguez, Gertrudis Bocanegra, Leona Vicario, y María Ignacia Rodríguez (la güera Rodríguez). Quien a pesar de ser una mujer golpeada salvajemente por su marido, logró el divorcio y se pudo casar dos veces más. De esos matrimonios le quedaron siete hijos. Mujer decidida, partidaria de la independencia, llegó a fascinar a hombres como el Barón de Humboldt, Simón Bolívar e Iturbide. Fue famosa en la capital.
Vivieron en un mundo sacudido y combativo, donde los cambios se dieron con brutalidad y las diferentes clases sociales chocaron con un gobierno oligárquico y burgués que trajo como consecuencia la guerra, pero a la vez un futuro prometedor.
Ellas, igual que otras mujeres, arriesgaron valerosamente su vida por la causa; un buen número se encuentra en el anonimato y algunas quedan en el recuerdo; Por ejemplo, tenemos a Luisa Martínez, esposa del guerrillero apodado "El Jaranero". Estuvo junto a su marido peleando, hasta que en Erongarícuaro (Michoacán) perdieron la batalla y junto con los hombres fue hecha prisionera. En el cementerio del pueblo los fusilaron. Cuando le tocó su turno gritó con todas sus fuerzas: "Como mexicana tengo el derecho de defender a mi patria". Acto seguido se derrumbó abatida por las balas.
Altagracia Mercado, "Heroína de Huichapan" (Hidalgo), de su propio dinero armó un pequeño ejército en cuanto se enteró de la lucha por la libertad. Se puso a la cabeza y dio la pelea a los realistas. Desgraciadamente en un encuentro desafortunado perdió el combate y cuando se fijó sólo quedaba ella en pie. Sin demostrar temor, al contrario, con la valentía que la caracterizaba, siguió peleando hasta que la capturó el enemigo. Su valor causó mucha admiración a los jefes españoles y como la costumbre era no tomar prisioneros sino fusilarlos, ordenó el Coronel que los comandaba que la dejaran en libertad diciendo: "Mujeres como ella no deben morir".
Con valentía y arrojo, María Soto la Marina ayudó a las tropas del general Francisco Javier Mina. Las huestes de los realistas se enfrentaron con los insurgentes cerca del río del mismo nombre que la heroína, pero no contó el general Mina con un enemigo quizá más poderoso (la sed), pues los españoles estratégicamente se habían apoderado del río; no podían romper el cerco para llegar hasta el agua. Al darse cuenta la valiente mujer, saliendo de la retaguardia tomó dos cántaros y sin importar las balas enemigas comenzó a traer agua para que tomaran los soldados insurgentes. Una y otra vez atravesó las líneas enemigas sin importar su seguridad, todos pudieron calmar su sed sin que sin que sufriera ningún daño.
La que no corrió con tanta suerte fue Gertrudis Bocanegra. Hija de padre español y madre tarasca. Nació en Pátzcuaro. Se casó con un realista de apellido Lazo de la Vega y por amor a ella abandonó las armas.
Después del grito de don Miguel Hidalgo en Dolores, su marido y su hijo se unieron a la insurgencia con las fuerzas de Manuel Muñiz, que atacó Valladolid; desgraciadamente en esa batalla murieron su esposo y su hijo. Entonces ella se dedicó en cuerpo y alma a la causa de la independencia.
Sirviendo de espía, mandaba mensajes muy importantes a los insurgentes.
Después de un tiempo, finalmente decide unirse al regimiento en donde estaba su yerno de apellido Gaona; él la manda a Pátzcuaro para ver la posibilidad de un ataque.
Descubierta por el enemigo, fue encarcelada junto con sus hijas, sentenciada a muerte y fusilada el 10 de octubre de 1817.
Leona Vicario Fernández, hija de padres criollos, nació en Toluca. Quedó huérfana de padre siendo muy niña y a los diecisiete años de madre. Por disposición de ésta quedó como tutor su tío Agustín Pomposo Fernández de San Salvador.
En el despacho de su tutor conoció a Andrés Quintana Roo. Ambos sentían simpatía por el alzamiento y se hicieron novios.
Arriesgándose, mandaba medicinas, municiones y mensajes de su propio dinero. Uno de los hombres que le servía de correo llamado Mariano Salazar, fue aprehendido. Después de ser torturado, dijo quién era la que mandaba pertrechos a las filas enemigas. Al saber Leona que habían sido descubiertos, se desplazan hasta San Antonio Huixquilucan. Su tío, preocupado y como era hombre de respeto y alcurnia, logró que el virrey le concediera una conmutación. Cuando regresó a la capital fue encerrada en el colegio de Belén aún cuando se le había prometido que no la arrestarían, sin embargo, fue llevada a juicio, demostrando valor y dignidad ejemplar. A pesar de todas las amenazas, no delató a los jefes de la insurgencia.
Regresó en calidad de detenida al colegio. Los coroneles Francisco Arrogave, Antonio Vázquez y Luis Alconedo la rescataron del convento saliendo disfrazados y se fueron a Oaxaca. En ese tiempo se casó con Andrés Quintana Roo, pero siempre tuvieron que andar huyendo porque eran perseguidos, tanto que en una cueva tuvo a su hija y le puso Genoveva por la santa de Brabante.
El país, ya más calmado, propicia que ellos regresen a la capital y su esposo pudo terminar sus estudios. Sus restos descansan en la Columna de la Independencia.
Quizá una de las mujeres más audaces de la época de independencia haya sido Josefa Ortiz Girón. A edad temprana quedó huérfana. Su hermana mayor la llevó de Morelia a la ciudad de México y la internó en el Colegio de las Vizcaínas.
Fulgencio Vargas afirmó: Los años que estuvo recluida en ese internado templó su carácter, le dieron una educación insuperable y la prepararon para el futuro.
A los 23 años se casó con Miguel Domínguez; nombrado corregidor de Querétaro, se desplazaron a dicha ciudad. Ella tenía un temperamento emprendedor y gran capacidad intelectual, ayudó mucho a su marido en sus funciones de corregidor. Algunos biógrafos sospechan que ella tenía que ver mucho a favor de la emancipación de México antes del grito de Dolores, pues se dice que ayudó en el complot de José Mariano Michelena en Valladolid, pero fue descubierto y a él lo hicieron prisionero.
Sin embargo, con los conjurados del grito de Dolores se comprobó su participación. La noche del 13 de septiembre de 1810 la conspiración se descubre y conociendo su carácter, su esposo para protegerla, la encerró en su cuarto. Ella, desesperada, comenzó a golpear el piso como contraseña al alcalde de la ciudad Ignacio Pérez, que vivía en el piso de abajo. Éste llega a ella aprovechando que el corregidor no estaba y a través de la puerta le comenta que los descubrieron. Como Ignacio también era de la causa, sale rápidamente de Querétaro y se encamina a San Miguel el Grande; llega el 15 al amanecer y como no encontró a Allende se lo comunica a Aldama. Mientras tanto el día 14 Josefa llama a su hijastra y le dice que vaya con el presbítero José María Sánchez a ver a Joaquín Arias, capitán de uno de los regimientos de la ciudad, y le pide que le diga lo ocurrido. Cuando éste supo la noticia, entró en pánico y denunció a todos los conspiradores, y en especial a Josefa Ortiz de Domínguez, diciendo que era la principal cabecilla.
Josefa fue detenida el 16 de septiembre y llevada a la casa del alcalde junto con otras personas. De ahí fue trasladada al convento de Santa Clara, tiempo después la dejaron libre pues parece que el juez de Corte, apellidado Collado, tuvo miedo a que Hidalgo atacara la ciudad.
La trasladan detenida a la ciudad de México, y la ponen en el convento de Santa Teresa, pero como estaba embarazada, la trasladan a una casa particular. Ahí duró cuatro años.
Después que se consumó la independencia y dio el golpe de Estado Agustín de Iturbide para convertirse en emperador, dio amnistía a todos los presos políticos, entre ellos a Josefa. El emperador le ofreció entonces el alto honor de ser dama de su esposa la emperatriz, cargo que no aceptó por sus ideas republicanas.
Murió en 1829 y fue sepultada en la iglesia de Santa Catarina. En 1878 el Congreso de Querétaro declaró a Josefa Ortiz de Domínguez "Benemérita de la Patria" su nombre quedó grabado en letras de oro en el salón de Sesiones. Sus restos fueron trasladados a Querétaro en 1994.
Así, tenemos a María Andrea "la Campanera", Mariana Anaya, Petra Arellano, Francisca Torres, Antonia Ochoa, Josefa Sixto, María Dolores Basurto y su hija Margarita, Carmen Camacho, María de Jesús Iturbide, María Antonia García, Gertrudis Jiménez, Juana Villaseñor, Antonia Piña y muchas más que ofrendaron su vida por la patria.
A pesar de los tiempos que corrían y del machismo imperante, estas heroínas tuvieron carácter y decisión: nos enseñaron su valentía desde su condición de mujeres. Llenas de un mérito mágico y de sublime lucha, nos muestran la perfección que merecieron al realizar hechos heroicos con personalidad suficiente para sobresalir en un mundo de hombres, un mundo machista… pero también de héroes que a lado de ellas dieron todo por lograr la libertad.
Publicado en la revista Suceso edición 421 de fecha 22 de septiembre de 2010.