domingo, 20 de junio de 2010

Vida a tu palabra.

¿Cuántas palabras has dicho o escrito hoy? Tal vez un correo. O has cambiado tu “estado” en algún espacio, página o foro...

Tal vez en la caja de comentarios de un amigo has puesto un mensaje...

Quizá alrededor de una mesa en el café has hablado de tal o cual persona, has compartido consejos, has intercambiado ideas, quizá has hablado por teléfono con tu madre que más allá de las palabras concretas, en cuanto oye tu tono de voz sabe cómo estás…

Ahora mismo estás leyendo este pensamiento... en el que, por cuestión de tiempo y espacio, las palabras aunque fluyan... serán breves.

Vivimos saturados de palabras... Nos abrazan desde las canciones, están en los perfiles virtuales, en libros, en mil y una conversaciones. Hablamos, escribimos, escuchamos, leemos… Algunos, por las situaciones concretas que nos ha tocado vivir, estamos aún más metidos de lleno en ellas... Y de tanto usarlas, tal vez puedan perder el sentido.

Empiezas a escribir distraído y a las prisas... que no te das cuenta de lo mucho que significan... Entonces hablas, escribes, pero no vives. Y puede que se te llene la boca con palabras como alegría, amistad, fe, hermano, amor. Pero, quizá, un día te das cuenta que la alegría no es tan profunda, que eres un amigo pésimo, que tu fe vive esperando solo que te den o crees que el amor es solo la letra de una canción.

No quiero sonar dramática ni exagerada. Es solo que a veces asusta convertir la palabra en una pajita o basurita cualquiera, en un desprestigio o burla a los sentimientos.
Hay circunstanci
as en la vida que te enfrentan, de golpe, con el verdadero sentido de las palabras. Situaciones en que lo auténtico no se puede ocultar, lo superficial se desmorona y emerge la desnudez de lo real...

Y aunque asusta y quizá duele pensar en la vida, vívidamente también tiene bastante de oportunidad. Es la ocasión de callar, de silenciar la palabrería, de dejar de abusar de versos gastados… para retomar la palabra sincera. Para recordar que la vida no es un juego.

Para que cuando vuelvas a pronunciar, con delicadeza, palabras hermosas… como es un “te quiero” "un te amo", lo puedas hacer consciente de la belleza, la profundidad, la promesa y el compromiso que hay detrás de ellas.

Cuantas palabras de amor y cariño, no has dicho falsamente a una persona, esa persona te las ha creído...y al final...le quitas todo y la dejas vacía...peor de como la encontraste... ¿Y tú...tú como te sientes? seguramente preñado de risa...saboreándote...sin saber que con el tiempo...te sentirás mal y tal vez te arrepientas ¡ojalá no sea tarde! y el boomerang...vuelva a ti.

Como reflexión. Desde la fe; Decimos que Jesús es la Palabra de Dios. Una palabra que prescinde de falsedad o vacío. Una palabra viva y vívida. Pues también desde la fe, y quizás con minúscula, nosotros podemos ser palabra de ese mismo Dios en este mundo. Una palabra de amor.

Seamos pues una llama votiva de amor en la palabra...

"LA CORONA DEL SABIO ES SU INTELIGENCIA...

LA DE LOS NECIOS SU NECEDAD"

(Proverbios cap.14 vers.24)






Dulce bien mío

Amor: dulce bien mío; A pesar que no tengo tu presencia,

hoy quiero decirte tantas cosas que nacen de mi corazón...
Al caminar entre la gente anhelo encontrarte, en cada rostro
que a mi lado pasa, ansío descubrir tu sonrisa angelical,

y casi con vehemencia mis ojos buscan los tuyos;

Para hundirme en la profundidad de tu mirada.

Te busco entre las nubes que presurosas se desvanecen,

presintiendo mí angustia por no encontrarte.
Te busco en cada crucero de la calle, observando solo la cruz de mi destino sin ti.
Amor mío...Te busco en cada canción de amor,

deseando que sus dulces notas nos fundan en el tórrido romance que siempre fue, pero a mis oídos suenan triste, rompiendo mi alma con amargo dolor.

Te busco en una rosa, en la esencia de un perfume, en el agua que calma mi sed,

en el sol que incesante quema mi rostro, en el viento que agita mis cabellos,

en el silencio de mis noches...
Entonces ¡vida mía! te busco en mis sueños, y en mis ensueños dulces,
tibios, satinados de bellos recuerdos.
¿Y sabes amor? solo te encuentro en mi soledad,

solo ahí puedes estar conmigo y junto a ti... cerquita de mi,

nos acompaña el más bello ángel que se acurruca entre nuestros brazos...

Sonriendo dice ¡mamita estoy bien, papá está conmigo y Dios nos cuida!
¿Yo? despierto plena por nuestro encuentro, ¡Los amo por toda la eternidad!.

"FEDERICO Y BONIFACIA"

Es ya primavera, la arboleda de macuilíes, guayacanes y framboyanes relucen coloridos en todo su esplendor. El aroma de la pomarrosa se mezcla con la suave brisa del rio de la Sierra, se deja sentir a la vez que el sauzal se mece al compás del viento; las garzas, ya apostadas sobre los árboles, esperan la caída de la noche; Al fondo se vislumbra una vieja casona, rodeada de una gran cerca de tintos, aún conserva el buen gusto de antaño, con arcos y grandes corredores, tejas de barro que proporcionan frescura y calidez al ambiente familiar de José y Jovita.

José y Jovita son un matrimonio como cualquiera de los muchos que aún existen. Que saben caminar por el mismo rumbo, se quieren y respetan, se aman al mismo tiempo llevan una sana convivencia como pareja.

Él es un hombre de estatura media, un tanto quemado por el sol, luce en sus sienes plateados cabellos, su rostro refleja el paso de los años que lo han recompensado con gran experiencia.

Por su parte ella es regordeta, salerosa y coqueta, suele usar en sus cabellos flores de jazmín o gardenia; es de carácter noble, sonrisa tierna y mirada dulce, a pesar de los años conserva un espíritu joven.

A veces, Jovita suele decir:

-Los problemas siempre los hay; pero no por eso uno tiene que agriarse el alma ó como dice José:

-Poco el billete como pa´ comprar penas y pues... aunque las vendieran nadie las quiere; mejor guardamos el billete y lanzamos las penas al viento-

Pues bien, resulta que un buen día, de los que ellos suelen comentar, a la dulce Jovita se le ocurrió llamar a su esposo José por el nombre de “Federico” a lo que la respuesta de José no se hizo esperar y de manera espontánea también, llamó a Jovita con el nombre de "Bonifacia".
Riéndose los dos por sus ocurrencias continuaron su cotidiano vivir, llamándose cada uno por su nuevo nombre, que pronto para ellos fue una manera más para tratarse con cariño.
Y así fueron padres de tres varones: Benito, Jorge y Rafael. A los cuales crecieron con mucho amor y plena dedicación.

José y Jovita, "Federico y Bonifacia" como cariñosamente se llaman uno al otro; dieron educación y ejemplo a sus hijos.

Sucedió que Benito, el mayor de los tres, se fue a estudiar a la capital y logró sacar una carrera. Pero el tiempo pasa y es la ley de la vida que todo ser forme su propia familia.
Benito se casó y pronto fue padre de un varón al que pusieron el nombre de Ramiro, José y Jovita consentían al nieto.

Mientras tanto, Jorge y Rafael, apuestos jóvenes, disfrutaban también al nuevo sobrino.
El niño creció y pronto tuvo conciencia y razón, por lo que se daba cuenta, cuando al visitar a sus abuelos paternos; escuchaba que su mamita saludaba a sus abuelitos...
- ¡Buenas tardes don José!-

-¡Buenas tardes doña Jovita!-

Para luego escuchar a sus abuelitos decir...

-¡Mira Bonifacia, como ha crecido este niño!-

y a la abuela Jovita responder...

-¡Caray Federico ¿te das cuenta como se parece tanto a Benito?-

Todo era alegría y los jóvenes tíos, Jorge y Rafael, solían llevarlo a cabalgar o a pescar.
Un buen día mientras pescaban, el niño pregunto a sus tíos:

-¿Porqué mi abuelito le dice a mi abuelita Bonifacia y ella le llama Federico; si mi mamá dice que mi abuelito se llama José y mi abuelita se llama Jovita?-
Los jóvenes se quedaron sorprendidos por dicha observación, a lo que Jorge le dijo a Rafael...
-¡Es cierto!...siempre hemos escuchado que se llaman así y nunca le hemos preguntado ¿porqué?-
Prometieron al inquieto sobrino preguntar el porqué de dichos nombres, tan luego llegaran a casa de sus padres.

La pesca fue buena y con ella regresaron; el abuelo cariñoso fue quién desmontó a tan pequeño jinete, contentos entraron a la casa.

Estando toda la familia reunida, fue Rafael, el hijo menor, quién preguntó dirigiéndose a su padre...
-¡Papá, mientas pescábamos Ramirito nos pregunto algo que también nosotros queremos saber!
José un tanto confundido y extrañado inquirió...

-¿De qué se trata hijo?-

De repente una vocecita se dejo escuchar...

-¡Abuelito!...¿porqué mi abuelita te dice Federico y tú a ella la llamas Bonifacia?-

La risa bonachona de José iluminó su rostro, en sus ojos brilló una lágrima estancada,

mientras su mente se remontaba a los años pasados; extendiendo sus brazos buscó a su

esposa y abrazándola dijo entonces en tono de broma...

-¡anda viejita, tenemos que aclarar este embrollo!

-Jovita sonreía y con rostro apacible musitó...

-¡Por Dios viejito...diles tu de una vez por todas!

-José entonces respondió tranquilo...

-¡Pues bien muchachos, hace ya muchos años a Jovita se le ocurrió llamarme "Federico" y

pues a mí... se me vino a la cabeza llamarle a ella "Bonifacia"!

-¿El porqué?

-¡Bueno...pues yo diría que me llamó Federico por feo y yo la llamé Bonifacia por bonita!...

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